Pedir ayuda no te hace menos, te hace parte
En el trabajo -y en la vida, si lo pensamos bien- solemos arrastrar esta idea medio vieja de que pedir ayuda es sinónimo de debilidad.
Como si mostrarnos vulnerables fuera algo que hay que esconder, sobre todo en un entorno laboral. Pero… ¿y si fuera al revés? ¿Y si mostrarse humano, decir “no sé”, “me cuesta” o “¿me das una mano?”, fuera justamente una forma más auténtica (y necesaria) de construir vínculos?
No venimos con todas las respuestas bajo el brazo. Nadie lo hace. Y en lugar de fingir que la tenemos clarísima todo el tiempo, quizás sería más honesto (y sano) aceptar que no siempre podemos solos.
Porque no se trata de demostrar que somos indestructibles, sino de entender que parte del trabajo -del bueno, del real- también es saber cuándo parar la pelota y pedir una mano.
Por Camila Gónzalez
La vulnerabilidad como puente
Mostrar una dificultad, pedir consejo o simplemente compartir una duda no es un signo de debilidad: es un acto de confianza. Y cuando eso pasa, algo cambia.
Podés encontrarte del otro lado con alguien dispuesto a escuchar, acompañar o sumar lo que sabe.
Y en ese ida y vuelta se teje algo que va más allá del laburo puntual: un vínculo más genuino.
En los espacios de La Maquinita lo vemos todos los días. Gente que se cruza en la cocina y termina resolviendo una presentación.
Freelancers que se sientan en la misma mesa y, después de un par de mates, ya se están recomendando clientes. Personas que se animan a decir “no llego” o “esto no es mi fuerte”, y reciben como respuesta un “yo te ayudo”.
Y así, lo que parecía una tarea más del día, se convierte en una oportunidad para crear comunidad.
Pedir ayuda también es dar
Porque al abrirte a pedir, también le estás dando a la otra persona la chance de estar ahí. Y eso, por más mínimo que parezca, fortalece los lazos.
En tiempos donde la autoexigencia y el multitasking se llevan todos los premios, hacer una pausa para expresar que necesitás una mano puede ser el gesto más revolucionario del día.
Y ojo, no hablamos solo de trabajo. A veces, pedir ayuda tiene una gran carga emocional.
Es compartir cómo venís. Es admitir que estás cansado, que te cuesta concentrarte, o que simplemente necesitás un poco de charla liviana para cortar la jornada. Y eso también vale. Eso también construye.
Julio, mes de la amistad (también en el laburo)
Aprovechamos este mes para recordarte que los vínculos que nacen en el trabajo también pueden ser fuertes, reales y valiosos.
Que no hace falta compartir asados ni salir los findes: a veces alcanza con un gesto sincero, con estar ahí cuando el otro lo necesita.
Pedir ayuda nos hace más humanos. Escribinos para conocer más sobre los espacios que ofrece La Maquinita y descubrí una comunidad donde lo humano es parte del trabajo… Julio viene con propuestas especiales… ¿qué esperás para sumarte?